domingo, 17 de marzo de 2019

"Casting"


Título: Casting
Autor: Francisco Morales Domínguez


Roberto era un ejecutivo de la industria audiovisual de cuarenta años, moreno y de piel blanca. Conocía el oficio y se limitaba a cumplir las órdenes cuando era necesario. Sabía que esta industria no funcionaba con lógica sino con golpes de suerte y después venía el análisis que pudieras hacer; en ocasiones, incomprensible.
Ese día tenía una audición con Elisa, una joven de cabellos oscuros y llena de vida, que deslumbraba con sus ojos; en ellos ocultaba su nobleza femenina y una dulce mirada, prohibida para los diabéticos.  
«Su mirada transmite dulzura y valor. Hay feeling con el protagonista».
Sonó el teléfono y Roberto lo cogió intrigado.
—¿Has elegido a la chica?
—Sí, hay una que es ideal.
—Pues olvídalo. Tengo un compromiso. Necesitamos a un sponsor y su condición es que salga la chica que ha elegido el sponsor.
—Entiendo, sé cómo es este negocio.
—Gracias, Roberto.
Roberto volvió a mirar a Elisa. Sus ojos desprendían magia, pero tuvo que sacar fuerzas de flaqueza para decirle con firmeza:
—Ha habido unos cambios; hay otra candidata.  
    Elisa se entristeció, pero rápidamente se recuperó de su angustia:
—Gracias, lo entiendo.
—Gracias a usted por ser comprensiva —Roberto se despidió de ella.

   Después del trabajo, Roberto había quedado con su novia para ir a cenar. Miró en la cartera de color marrón y vio que le quedaba poco efectivo. Decidió ir al cajero a retirar dinero. En este una mujer yacía en el suelo. Era una señora mayor, de unos sesenta años, a decir por tu tez avejentada. La tapaba una manta que la resguardaba del frío. La mujer dormía y Roberto, al ver su candidez reflejada en su rostro perdió el miedo y comenzó a realizar su operación de extracción de dinero.
  En ese instante entró la joven Elisa y atendió a la mujer. Le traía la cena en un taper. Elisa la despertó de su dulce sueño mientras Roberto terminaba la operación en el cajero.
   —¡Hola! —saludó Roberto
   —¡Hola! —saludó Elisa—. No se asuste por la señora Martín. Ella está así por causas de la vida. También era cantante y profesora.
   Elisa la sentó y luego trató de darle algo de comer.
   —Ella perdió a su familia.
   —¿Si en algo le puedo ayudar?
    —No es necesario. Yo la ayudo siempre que puedo.
   Roberto al ver la calma que tenía Elisa en darle la comida decidió sincerarse con la chica.
   —Siento lo de hoy. Para mí eras la candidata, pero recibí una llamada del jefe. Tenía un compromiso. Después de irse usted hubo una llamada de un concurso nuevo de tipo reality show. No se si le interesaría ir al casting.
   —Gracias. Me presentaré.
  En ese instante entraron en el cajero dos jóvenes con palos. Con las cabezas tapadas con pasamontañas: —¡Salgan de aquí, esta escoria no merece vivir!
  Elisa sacó toda su fuerza interior y, con coraje, le quitó el pasamontañas a uno de los chicos: —Ahora la cámara te ha visto, si le haces algo te caerá un paquete. Será mejor que te vayas.
   El joven, en su frustración, golpeó al cajero con el palo y a los cristales mientra Elisa protegía  a la mujer.
   —¡Largo de aquí, psicópatas! —gritó Roberto.
   El joven golpeó a Roberto con el palo y Elisa soltó a la indigente, le propinó un puñetazo al joven, y le quitó el palo. Luego amenazó a su compañero  y estos salieron corriendo.
    Roberto se quedó atónito ante el valor de Elisa. Sacó el dinero de su billetera y le dio unos billetes a Elisa.
—No soy la Cruz Roja ni un banco, pero cójalo.
—No puedo cogerlo.
—Insisto. Tómelo como donativo para ayudar a esa mujer.
Elisa lo miró con ternura.
—Gracias.
En ese momento apareció la policía, que había sido llamada por los vecinos, y comenzó a hacer toda clase de preguntas a Elisa y Roberto.
  Al día siguiente la noticia salió en los periódicos y los jóvenes fueron detenidos en el transcurso de una semana. Elisa fue llamada por un programa de televisión para contar explícitamente los hechos. La presentadora reconoció el valor de Elisa y la elogió por su gesto caritativo.
    Elisa se presentó al casting del reality show y fue elegida sin mucha dificultad. El programa consistía en una convivencia en las playas de República Dominicana durante tres meses. Después de pasar una serie de pruebas, Elisa llegó a ser una de las finalistas.
   Cuando llegó al plató principal del programa, ella estaba algo nerviosa. La presentadora, Margarita, una mujer de buen ver para sus cincuenta años y de carácter alegre, comenzó la entrevista:
   —Dime, Elisa, ¿qué opinas de las personas, en general, con las que has convivido en Santo Domingo?
   —Hay de todo y para todo en todas partes del mundo. Pero las personas se diferencian entre las que te hacen tropezar, que son las que  hay que olvidar, y las que te ayudan a levantarte, que son las que hay que recordar.                                  
   —¿Crees realmente que tu faceta de actriz te ha servido para que la audiencia te votara?
   —Margarita, siento decírtelo, pero la televisión no tiene sentido si no hay audiencia, seas actriz o lo que seas.
   —Muy bien, ahora que has sido finalista, ¿qué piensas hacer con el dinero del premio?
   —Vivir, el destino y mi futuro están dibujados por el tamaño de mis sueños.
  —Maravilloso, esperemos que tengas una vida de campeonato.
Elisa alquiló un piso junto con la señora Martín, que tenía mejor aspecto y estaba bien vestida. El comercial estaba intrigado porque le sonaba la cara de Elisa.
  —Perdone que sea entrometido, pero es usted la finalista del programa en Santo Domingo.
   —Sí.
   —Le podría hacer una oferta si alquila el piso por más de un año.
   —No es mala idea. ¿Le molestaría a los vecinos que cante?
   —Mientras no sea a alta horas.
   —De eso me encargaré yo —dijo la señora Martín.

     Semanas después Elisa había ido un casting; estaba delante de un director de pelo castaño. Tenía cincuenta años y se llamaba Alfredo, miraba sus fotos dubitativo.
   —Sabes, yo soy de la vieja escuela. Sé que has ganado ese concurso, pero yo creo que no hay zapping entre usted y el protagonista.
   —Será feeling.
   —Eso quería decir.
     Sonó el teléfono, al otro lado estaba Roberto, que era el jefe.
   —En nuestro trabajo no tendría sentido sin la audiencia, esa chica fue finalista del concurso, es conocida y su fama nos interesa.
   —Pero señor, ¿pero qué tiene que ver con nosotros? Esto es un musical. Somos el séptimo arte.
     Elisa miró extrañada cómo el director escuchaba el teléfono.
   —¿Pasó las pruebas de canto?
   —Sí, es toda una cantante de primera, pero entre ellos no le veo el feeling.
   Feeling no sé, pero zapping nos lo van a hacer a nosotros. ¿Ves  el retrato de tu familia que hay en tu mesa?
   —Sí.
   —Yo tengo otro en mi mesa y los dos comen de la audiencia. Ella la tiene, la necesitamos.
El director colgó el teléfono más calmado. Se serenó.
—Como te decía, soy de la vieja escuela, pero creo que eres lo que buscamos. Será que estoy perdiendo el olfato.
Elisa sonrió.
    —¿Quién le enseñó a cantar y actuar? Pasó la prueba con mucha naturalidad como si fuera una gran profesional.
—Es un secreto. ¿Cuándo empezamos? —preguntó Elisa.
Alfredo  vio a la muchacha muy alegre y sonriente como una colegial.
   —Espere, para redactar el contrato —dijo el director.
  
                  FIN
Copyright 2013. 

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