miércoles, 10 de julio de 2019

"Notas de canción de amor en un vagón de tren".


Título:”Notas de canción de amor en un vagón de tren”.


       Nunca la olvidaré, sus palabras sonaban a la melodía más bailable del Jazz. Tenía el encanto de la música en sus venas y sus ojos eran dos focos de ritmo que iluminaba la noche. Si la mirabas fijamente podrías caer deslumbrado ante su cuerpo embriagador. Su larga melena morena y su peinado cautivó al viento con suaves movimientos mientras cantaba y bailaba. Cuando la vi por primera vez en el aquel concierto en Madrid, mi instinto me dijo que no sería la última. Yo era su saxofonista y estaba en aquel evento cubriendo la baja del componente de su grupo. El recital fue todo un éxito y los fans le pedían que no dejara de cantar. El público estaba conquistado y no era por mi música sino por su voz.
       En el backstage, ella se me acercó y la conversación fue tan agradable como la copa que bebía, recuerdo que era un vino que me llegó a la sangre, sus palabras al corazón y en ese momento mi alma se le entregó. Sentí en mis adentros algo muy fuerte cuando me miraba. Fue el momento en que la miré a los ojos y ella me respondió con una sonrisa. Tuve la mala fortuna que la reclamaba su agente para una entrevista correspondiente al concierto. Ella se fue a despedir con un beso en la mejilla pero como no alcanzaba me agarró del brazo con suavidad y tiró de mí con ganas de darme el beso. Al sentir sus labios me contagié de su deseo y le devolví el beso en la otra mejilla sintiendo su tersa piel de su bello rostro.
       Varias semanas después, iba a un ensayo con el saxofón y vi el poster de su concierto en vivo en Madrid que estaba en una tienda de discos. Lo vendían en DVD. Me sentí emocionado al oír en la tienda la voz de ella acompañada de mi música. Compré el DVD y me dirigí a verlo en mi casa. Inesperadamente recibí la llamada de mi amigo Horacio. Quería que lo acompañara a la estación de Atocha, no me explicó bien el problema por teléfono, así que decidí acudir al encuentro en la estación. Cuando llegué, vi a Horacio y me contó que había conseguido entradas para ver el Festival de Jazz de San Sebastián. Al verme con el saxo se alegró. No entendí su pensamiento pero hubo algo que me animó en la conversación, me había dicho que había visto entrar en la zona vip a una cantante de Jazz. Enseguida me mostré intrigado y mis esperanzas se vieron realizadas al ver como Horacio sacó su móvil y me enseñó una foto de ella. La misma Laura Martín. En ese momento, ella salió de la zona vip y nos vio. Se dirigió hacia nosotros y el bueno de Horacio se quedó perplejo. Ella me saludó con el brazo mientras venía caminando. Cuando se aproximó me dio un beso que me hizo vibrar. Todavía se acordaba de mi nombre y le presenté a mi amigo Horacio que no lo conocía. Ella estaba alegre y nos preguntó si íbamos a tocar en el festival de San Sebastián. Yo le dije que ya me gustaría y ella nos animó a ir. En sus ojos vi que estaba esperando mi decisión positiva y yo no me pude negar. La música empezaba hacerme sonar una brillante melodía cuando ella me dijo de volver a tocar con el grupo. Le dije que me gustaría mucho, pero sólo fui  contratado para aquel concierto en Madrid. Ella me contestó que el saxofonista se había puesto malo de gripe y que sólo tenía que hacer una llamada para que volviera a trabajar. No me lo pensé dos veces y accedí al evento. Me había embarcado con ella y su grupo a un concierto en San Sebastian. El tren dio la última llamada a los pasajeros a la ciudad de Donostia y yo iba en el convoy. Una vez dentro nos apoltronamos en un lugar donde el relax fuera necesario para tan largo viaje.El grupo tenía literas para dormir pero ella prefirió quedarse a hablar conmigo. Se sentó en la ventanilla y poco a poco se fue cansando eligiendo mi hombro para descansar. Según pasó la noche yo soñé despierto, caí en profundo limbo donde estaba a solas con ella y de la multitud se me acercaba para buscarme. No sé que me decía ni yo lo que le respondía pero me cogía de la mano con delicadeza como sabía hacerlo una mujer enamorada. En ese sueño había mucha gente y ella era admirada y deseada por el público asistente. Desperté de mi insomnio y su agente me dio órdenes para el concierto que fue un acierto pues cuando toqué hubo un productor que me quiso contratar para su orquesta. Ella me dijo que no perdiera esa oportunidad pues vivir de tus sueños, es lo más bonito de la vida. Ante tan gentil consejo, ella y yo, sabíamos que sería difícil volver a vernos y que esa sería nuestra última noche. Teníamos toda la noche por delante y decidimos vivir como el último día de la vida. La llevé a cenar a un restaurante de la costa y nos comimos unas cocochas que nos supieron a mar. Paseamos por la playa la concha y caminando descalzos por la arena. Las olas iban y venían y ella no se inmutaba a mojarse los pies. Sin embargo yo las esquivaba y ella le daba patadas al agua para que el frescor del mar salpicara mi cansado día. En una de esas se me acercó huyendo de una ola y la abracé besándola, el resto ya no lo puedo recordar  porque se lo dejo a mi memoria cuando la ponga a enfriar.
     Fui contratado por el grupo de música y estuve de gira con la satisfacción que nos contrataron para hacer una banda sonora de una película. La película fue un éxito y  conquistó el corazón de las taquillas. Fui recopilando noticias de Laura y ella había sido actriz en una película. También hizo promoción de su película y casualmente nos encontramos en el Festival de Cine de Venecia. Ella en medio de una fiesta vino a dar conmigo y se me acercó con la intriga en su mirada preguntándome:
  --¿De Cannes?
  --De San Sebastián –le contesté.
    En ese momento la intriga desapareció de su mirada y me cogió de la mano como sabe hacerlo una mujer enamorada.
                                                    Fin.
Copyright 2013-

domingo, 26 de mayo de 2019

"El examen"






Título.”El Examen”.


    Cuando eres un incomprendido no es culpa tuya, simplemente vives en un mundo donde te vas ahogando como un pez fuera del agua. Hasta que no encuentras la verdadera razón  que te hace vivir y salir de ese pozo. La gente no entenderá que tú veas las cosas más claras que los demás y tendrás que actuar en el momento adecuado.
    Alfredo era un joven de diecinueve años que estudiaba el último año de un ciclo de grado superior de Administración y finanzas. A Alfredo todos le decían que del fútbol no se podía vivir y que era muy difícil llegar a primera división. Pero su verdadero problema era amoroso, tenía sentimientos especiales por Estefanía Rodríguez que no se veían correspondidos. Ella sentía una gran admiración por Alfredo, Estefanía pensaba que era un gran muchacho pero había  una tercera persona, Carolina, que se interponía entre ellos. Él había intentado conquistarla pero Estefanía se mostraba esquiva por culpa de su amiga. No encontraba el momento para declarase. Su amiga siempre estropeaba su momento glorioso con alguna patraña sobre el muchacho, le hacía dudar de sus verdaderas intenciones. Estefanía empezó a llevar una vida alejada de Alfredo que debía entrenar y estudiar. La competición era dura y tenía que estar  concentrado, el muchacho sufría por amor. Veía que ella se distanciaba de su vida para estar más tiempo con Carolina y sus amigas.
    Transcurrió el curso y Alfredo había descubierto la razón del odio de Carolina hacia él y la manipulación de Estefanía.
    Llegaron los exámenes finales y el muchacho que llevaba a duras penas las asignaturas ya que había acudido a varios torneos que le había quitado tiempo. Tuvo éxito a los que fue pero sabía  que su historia de amor estaba inconclusa. Necesitaba saber si ella sentía algo más por él. No podía permitir que su amor se escapara entre sus dedos. Tenía que cerrar la mano y que la de Estefanía estuviera ahí.
     Alfredo se presentó al examen final de matemáticas. El profesor era el padre de Estefanía, el cual también se mostraba intratable. Un hombre serio y recto. En la sala el muchacho cogió el examen y unos folios, dejó a un lado el examen sin mirarlo y empezó a escribir en los folios:

   Estimado profesor
Quiero de verdad a su hija y por este motivo escribo esta carta, mis sentimientos son verdaderos y sinceros hacia ella. Se le han juntado amistades que le ponen en peligro a ella y a usted…

    Alfredo continuó escribiendo hasta que terminó su carta y rápidamente empezó a hacer el examen.  Finalizada la hora le entregó los papeles al profesor y se marchó.
    Cuando el profesor llegó a su casa comenzó a corregir los exámenes hasta que tuvo el de Alfredo ante los ojos. Al leer la carta se quedó sorprendido:

    …Su hija ha caído en el pozo de la droga, ha llegado a tal extremo que vende  los resultados de sus exámenes a cambio de dinero para comprar droga...

    El profesor terminó de leer la carta y fue a ver a su hija. La engañó diciéndole  que le iba a comprar un coche y debía que hacerse una analítica para el seguro.
   Por otra parte el profesor comprobó que muchos exámenes eran iguales sacando notas muy altas. Cuando recibió  los resultados de la analítica descubrió que el muchacho en su carta decía la verdad. Decidió volver a hacer el examen alegando que le habían robado el maletín. Esta vez dejó un borrador falso en el mismo lugar y el original lo escondió donde Estefanía no lo podía encontrar.
   El día del examen aprobó  poca gente. Las amigas de Estefanía se sintieron engañadas y le dieron de lado culpándole de su suspenso. Cuando se vio sola, comprendió que sus colegas tan queridas no le apreciaban. Quienes antes le hacían reír, ahora le hacían llorar. De mariposa a oruga que se arrastraba por el instituto. Se sintió un bicho y ante males mayores su padre la metió en un centro de desintoxicación.
   En el centro se dio cuenta del error que había cometido. Estefanía empezó a recibir cartas de Alfredo. Un día el muchacho recibió  correspondencia de Estefanía diciéndole que sus cartas le había ayudado mucho en su soledad. Ella esperaba que la visitara y le hablara en persona. Alfredo se decidió ir a verla y le llevó unas revistas. Le vio la soledad en sus ojos y ella le reconoció que había sido una insensata. Se dejó atrapar por la nube de la falsa amistad  y solo vio la luz de la realidad cuando estuvo sola. Ella le contó que al ver la cantidad  de casos de personas que lo habían pasado mal por culpa de la droga se asustó, comprendió que no era una broma y ella le reconoció la ignorancia propia de su juventud. Ahora había hecho planes y pensaba estudiar algo que le permitiera viajar y conocer otras culturas que no se basaran exclusivamente en el consumismo como diversión y entretenimiento. Él le dijo que una amiga había estado trabajando por las mañanas en el aeropuerto por horas y que podía estudiar de auxiliar de vuelo. A ella le atrajo la idea de tener esa forma de turismo siendo un trabajo. Tendría que prepararse para aprender varios idiomas y Estefanía lo vio con buenos ojos porque tenía la facilidad para otras lenguas. Alfredo le siguió contando que en caso de que se aburriera siempre podía contar con la opción de ser azafata de tierra. Ella se quedó contenta con la visita y le pidió que la volviese a ver.
     Llegó el día en que salió del centro y Estefanía se apuntó a la academia de vuelo. Allí el ambiente le gustó y olvidó la pesadilla del instituto. Alfredo se apuntó para estar con Estefanía porque tenía claro que de algo tenía que estudiar en caso de que el fútbol le fallara. Al final obtuvieron el diploma de auxiliar de vuelo y ella entendió que el pasado son raíces que se plantan en el presente y que dan sus frutos en el futuro.

                                                                      Fin
                                                            #HoyNoPerderé


viernes, 3 de mayo de 2019

"El portero".




Título:”El portero”.

   Solía jugar al fútbol, de portero, y cada vez mejor. Mi padre me aconsejó que entrenase con los mayores para que diera el gran salto. Cuando fui al campo de césped de grandes dimensiones, me encontré con mi vecino del cuarto, un chico mayor que yo. Estaba allí arbitrando a sus amigos. Una pandilla me invitó a unirme a ellos porque no tenía portero. Sus componentes empezaron a tirar dándole fuerte a la pelota. Me veía apurado para parar los cañonazos. En un momento dado, decidieron descansar. Al cabo de unos minutos, vino otro grupo de amigos que quiso enfrentarse en un partidillo con el anterior. Estos chicos, como no me marcaban un gol, empezaron a gastarme toda clase de bromas. Se acercaban a mí con comentarios que no me gustaban nada. Eran personas desagradables. Me sentí indignado pero no dejé mi puesto de guardameta. Al final ganamos el partido y la primero pandilla se fue celebrando la victoria. La pandilla que había perdido vino hacia mí enfadada. Estaba solo y me dio miedo. Empezaron a empujarme y a chillarme enfurecidos. Los gritos se oyeron en el campo y los escuchó mi vecino que acudió enseguida, acompañado de sus amigos, y los ahuyentó de allí con unos gritos. Yo me quedé pensando todo lo que había pasado ese día y se lo conté a mi padre. Luego le pregunté cuestiones que me intrigaban:
   —¿Por qué la primera pandilla me lanzaba balonazos?
  —Los balonazos se tiran para que no los pare el portero.
  —¿Por qué la otra pandilla me provocó en el partidillo?
  —Se llama impotencia y envidia, forma parte del juego sucio. Ellos vieron que con balonazos no ganaban el partido y utilizaron el juego sucio. Y como no sabían perder, te gritaron. El vecino intervino porque es árbitro de profesión y sabe muy bien que la agresión no forma parte del juego.
—Ahora, cada vez, entiendo mejor el fútbol, porque forma parte de la realidad.

Fin.
Copyright 2018.

domingo, 17 de marzo de 2019

"Casting"


Título: Casting
Autor: Francisco Morales Domínguez


Roberto era un ejecutivo de la industria audiovisual de cuarenta años, moreno y de piel blanca. Conocía el oficio y se limitaba a cumplir las órdenes cuando era necesario. Sabía que esta industria no funcionaba con lógica sino con golpes de suerte y después venía el análisis que pudieras hacer; en ocasiones, incomprensible.
Ese día tenía una audición con Elisa, una joven de cabellos oscuros y llena de vida, que deslumbraba con sus ojos; en ellos ocultaba su nobleza femenina y una dulce mirada, prohibida para los diabéticos.  
«Su mirada transmite dulzura y valor. Hay feeling con el protagonista».
Sonó el teléfono y Roberto lo cogió intrigado.
—¿Has elegido a la chica?
—Sí, hay una que es ideal.
—Pues olvídalo. Tengo un compromiso. Necesitamos a un sponsor y su condición es que salga la chica que ha elegido el sponsor.
—Entiendo, sé cómo es este negocio.
—Gracias, Roberto.
Roberto volvió a mirar a Elisa. Sus ojos desprendían magia, pero tuvo que sacar fuerzas de flaqueza para decirle con firmeza:
—Ha habido unos cambios; hay otra candidata.  
    Elisa se entristeció, pero rápidamente se recuperó de su angustia:
—Gracias, lo entiendo.
—Gracias a usted por ser comprensiva —Roberto se despidió de ella.

   Después del trabajo, Roberto había quedado con su novia para ir a cenar. Miró en la cartera de color marrón y vio que le quedaba poco efectivo. Decidió ir al cajero a retirar dinero. En este una mujer yacía en el suelo. Era una señora mayor, de unos sesenta años, a decir por tu tez avejentada. La tapaba una manta que la resguardaba del frío. La mujer dormía y Roberto, al ver su candidez reflejada en su rostro perdió el miedo y comenzó a realizar su operación de extracción de dinero.
  En ese instante entró la joven Elisa y atendió a la mujer. Le traía la cena en un taper. Elisa la despertó de su dulce sueño mientras Roberto terminaba la operación en el cajero.
   —¡Hola! —saludó Roberto
   —¡Hola! —saludó Elisa—. No se asuste por la señora Martín. Ella está así por causas de la vida. También era cantante y profesora.
   Elisa la sentó y luego trató de darle algo de comer.
   —Ella perdió a su familia.
   —¿Si en algo le puedo ayudar?
    —No es necesario. Yo la ayudo siempre que puedo.
   Roberto al ver la calma que tenía Elisa en darle la comida decidió sincerarse con la chica.
   —Siento lo de hoy. Para mí eras la candidata, pero recibí una llamada del jefe. Tenía un compromiso. Después de irse usted hubo una llamada de un concurso nuevo de tipo reality show. No se si le interesaría ir al casting.
   —Gracias. Me presentaré.
  En ese instante entraron en el cajero dos jóvenes con palos. Con las cabezas tapadas con pasamontañas: —¡Salgan de aquí, esta escoria no merece vivir!
  Elisa sacó toda su fuerza interior y, con coraje, le quitó el pasamontañas a uno de los chicos: —Ahora la cámara te ha visto, si le haces algo te caerá un paquete. Será mejor que te vayas.
   El joven, en su frustración, golpeó al cajero con el palo y a los cristales mientra Elisa protegía  a la mujer.
   —¡Largo de aquí, psicópatas! —gritó Roberto.
   El joven golpeó a Roberto con el palo y Elisa soltó a la indigente, le propinó un puñetazo al joven, y le quitó el palo. Luego amenazó a su compañero  y estos salieron corriendo.
    Roberto se quedó atónito ante el valor de Elisa. Sacó el dinero de su billetera y le dio unos billetes a Elisa.
—No soy la Cruz Roja ni un banco, pero cójalo.
—No puedo cogerlo.
—Insisto. Tómelo como donativo para ayudar a esa mujer.
Elisa lo miró con ternura.
—Gracias.
En ese momento apareció la policía, que había sido llamada por los vecinos, y comenzó a hacer toda clase de preguntas a Elisa y Roberto.
  Al día siguiente la noticia salió en los periódicos y los jóvenes fueron detenidos en el transcurso de una semana. Elisa fue llamada por un programa de televisión para contar explícitamente los hechos. La presentadora reconoció el valor de Elisa y la elogió por su gesto caritativo.
    Elisa se presentó al casting del reality show y fue elegida sin mucha dificultad. El programa consistía en una convivencia en las playas de República Dominicana durante tres meses. Después de pasar una serie de pruebas, Elisa llegó a ser una de las finalistas.
   Cuando llegó al plató principal del programa, ella estaba algo nerviosa. La presentadora, Margarita, una mujer de buen ver para sus cincuenta años y de carácter alegre, comenzó la entrevista:
   —Dime, Elisa, ¿qué opinas de las personas, en general, con las que has convivido en Santo Domingo?
   —Hay de todo y para todo en todas partes del mundo. Pero las personas se diferencian entre las que te hacen tropezar, que son las que  hay que olvidar, y las que te ayudan a levantarte, que son las que hay que recordar.                                  
   —¿Crees realmente que tu faceta de actriz te ha servido para que la audiencia te votara?
   —Margarita, siento decírtelo, pero la televisión no tiene sentido si no hay audiencia, seas actriz o lo que seas.
   —Muy bien, ahora que has sido finalista, ¿qué piensas hacer con el dinero del premio?
   —Vivir, el destino y mi futuro están dibujados por el tamaño de mis sueños.
  —Maravilloso, esperemos que tengas una vida de campeonato.
Elisa alquiló un piso junto con la señora Martín, que tenía mejor aspecto y estaba bien vestida. El comercial estaba intrigado porque le sonaba la cara de Elisa.
  —Perdone que sea entrometido, pero es usted la finalista del programa en Santo Domingo.
   —Sí.
   —Le podría hacer una oferta si alquila el piso por más de un año.
   —No es mala idea. ¿Le molestaría a los vecinos que cante?
   —Mientras no sea a alta horas.
   —De eso me encargaré yo —dijo la señora Martín.

     Semanas después Elisa había ido un casting; estaba delante de un director de pelo castaño. Tenía cincuenta años y se llamaba Alfredo, miraba sus fotos dubitativo.
   —Sabes, yo soy de la vieja escuela. Sé que has ganado ese concurso, pero yo creo que no hay zapping entre usted y el protagonista.
   —Será feeling.
   —Eso quería decir.
     Sonó el teléfono, al otro lado estaba Roberto, que era el jefe.
   —En nuestro trabajo no tendría sentido sin la audiencia, esa chica fue finalista del concurso, es conocida y su fama nos interesa.
   —Pero señor, ¿pero qué tiene que ver con nosotros? Esto es un musical. Somos el séptimo arte.
     Elisa miró extrañada cómo el director escuchaba el teléfono.
   —¿Pasó las pruebas de canto?
   —Sí, es toda una cantante de primera, pero entre ellos no le veo el feeling.
   Feeling no sé, pero zapping nos lo van a hacer a nosotros. ¿Ves  el retrato de tu familia que hay en tu mesa?
   —Sí.
   —Yo tengo otro en mi mesa y los dos comen de la audiencia. Ella la tiene, la necesitamos.
El director colgó el teléfono más calmado. Se serenó.
—Como te decía, soy de la vieja escuela, pero creo que eres lo que buscamos. Será que estoy perdiendo el olfato.
Elisa sonrió.
    —¿Quién le enseñó a cantar y actuar? Pasó la prueba con mucha naturalidad como si fuera una gran profesional.
—Es un secreto. ¿Cuándo empezamos? —preguntó Elisa.
Alfredo  vio a la muchacha muy alegre y sonriente como una colegial.
   —Espere, para redactar el contrato —dijo el director.
  
                  FIN
Copyright 2013. 

domingo, 24 de febrero de 2019

"Uma".


       Durante el mes de Noviembre de 2007 me di cuenta que mis días en casa de mis padres habían tocado a su fin. Tenía veinticinco años y era recepcionista en un hotel de cuatro estrellas. Me llamaba Ernesto Sarasola y no había terminado la carrera de Turismo. Mis padres se negaron a  avalarme en el alquiler del piso sin razón alguna. Pienso que nunca han confiado en mí y eso se debe a muchas razones y en especial que mi padre pensara que era un fracasado. Sin duda no lo era, pero mi padre me había pedido metas muy altas para mí y no comprendía que sólo eran delirios de grandeza. El quería que me hiciera millonario y el pobre iluso no razonaba las cosas que quería para su hijo. Mis padres tenían un pequeño negocio en un barrio obrero y ellos pensaban que era el mejor negocio del mundo. Pretendían que yo trabajara en el negocio gratis, ya que, según ellos, ya me daban de comer y cama gratis. Les dije que traer un hijo al mundo no era una inversión ni un negocio, simplemente es un acto de supervivencia de la raza humana y que tenían que pensar que yo había heredado sus genes y no los de Albert Eintein ni los de Bill Gates. Otro de sus delirios de grandeza fue la idea de que yo debía trabajar y estudiar, pues ellos pensaban que la educación me la tenía que ganar y esa era otra de sus tretas para que fuera a trabajar gratis a su tienda. Yo me negué y ellos en venganza me dieron la espalda cuando les dije que iba a estudiar Turismo. Así empezó mi peregrinación por las agencias temporales en busca de trabajo desde que terminé el Bachillerato y la PAU. Utilicé toda clase de contactos para conseguir un trabajo que me permitiera estudiar. Los veranos me los pasaba estudiando y trabajando en la construcción y cuando salía cansado de las mezclas del cemento y de cargar bloques no me quedaba otro remedio que ponerme a estudiar las asignaturas que me habían quedado para Septiembre. Me acostumbré al trabajo duro y al solajero pero pronto me llegó la suerte de mi vida, el aeropuerto. Empecé allí como agente de servicios auxiliares para una empresa de handling. Concretamente mi trabajo consistía en la carga de equipajes en los aviones y en los patios de entregas y facturación. Inicialmente me hicieron un contrato de diez horas y precisamente eso era lo que iba buscando para poder estudiar y trabajar a la vez.  Con el tiempo aumenté las horas a dieciséis e incluso podía trabajar los fines de semana que no tenía que estudiar. La empresa tenía dos departamentos más en los que yo, como conocedor del idioma de Shakespeare, podía trabajar, Operaciones y Pasajes. Había una diferencia, para Operaciones te pedían el PCP, que significa permiso de conducir en plataforma, mientras que en Pasajes no te lo pedían. Así que me presenté al PCP, y como cada vez que te presentabas era gratis, no dudé en pedir hora para el examen y como era habitual para mí ponerme a estudiar, me puse manos a la obra. Lo saqué a la primera y después de hacer el curso propio del departamento de Operaciones me pusieron a trabajar, pues ya tenía experiencia en la plataforma. Mis problemas laborales y económicos se habían solucionado y ahora se trataba de estudiar. Me costaba la asignatura de Derecho y Economía pues requería mucho tiempo y memoria. Mis padres estaban que trinaban debido a que no se esperaban que yo me buscase la vida y no hacían más que echar pestes de que trabajase para una empresa temporal, y que no tenía futuro, pues según ellos no iba a heredar el aeropuerto, mientras que su tienda sí. Yo les dije lo que voy a heredar son deudas que no pienso pagar ni tengo porqué. Seguí estudiando y llegué a defenderme en la lengua de Goethe. Hacía mis pinitos con el francés y llegaba a comprender que para estudiar hace falta tener un control mental y económico. Para ese control necesitas a tus padres que te tienen que apoyar en todo momento. Cuando estaba en tercero de carrera y tenía atragantada la asignatura de Derecho Administrativo de segundo, me planteé poner mi curriculum durante la campaña de invierno en los hoteles, pues en el aeropuerto sólo cotizaba por horas mientras que en los hoteles cotizaba la jornada completa. La verdadera razón de mi acto fue que la convivencia con mis padres era negativa y eso me afectaba en los estudios y lo que tenía claro era que no pensaba estar estudiando toda la vida. No les iba a dar ese gustazo y tampoco iba a perder el tiempo. Inesperadamente me llamó un hotel de cuatro estrellas y como vieron en mi currículum que tenía experiencia en las maletas y sabía idiomas, me ofrecieron el trabajo de botones. Me hicieron un contrato por un año y no dudé en aceptarlo. El hotel se ubicaba en Santa Cruz de Tenerife y pronto se me presentó la idea de independizarme, mientras, la carrera de Turismo la podía ir sacando poco a poco. Empecé de botones en Octubre de 2007 en el hotel y así empezó mi búsqueda de una habitación aunque más me seducía la idea de un apartamento para mí solo. Para ello me pedían un aval en las agencias inmobiliarias y me di cuenta que no lo tenía, acudí a mis padres pero éstos se negaron pues todavía estaban resentidos por no haber trabajado gratis en su tienda y me recriminaban que estaba trabajando de botones. Mi suerte cambió cuando hubo una vacante de recepcionista y me presenté. Sabían de mi trato amable con los clientes y que el poco tiempo que había estado allí no les había causado ningún problema. Ese día que renovaron mi contrato fue muy feliz, pero tenía el problema del aval, así que acudí a mi amigo Felipe. Me dijo que él aunque tuviera dinero no tenía la costumbre de avalar a nadie. Me dio sus explicaciones y yo las entendí. Me sentía decepcionado pues de nada me servían mis estudios ni mi carácter trabajador si no tenía un aval. Mi amigo Felipe se iba de viaje a Barcelona y me pidió que cuidase de su perra. Me dejó preparada la comida en una cesta grande y tan sólo tenía que abrir la casa, ponerle la comida y el agua y darle una vueltita al animalito. El primer día que fui le puse la comida pero no se la comió de inmediato, pero sí bebió agua. Llamé a mi amigo a Barcelona pero me dijo que había un día en que la perra comía de noche. Al día siguiente, terminado el trabajo fui a su casa después de coger el tranvía y vi que la perra no se había comido la comida, le puse agua y llamé a mi amigo. Me dijo que un día a la semana no comía y que esa era la razón, la perra estaba contenta y le di una vueltita. Me quedé preocupado y mayores fueron mis preocupaciones al día siguiente cuando mi padre se cabreó conmigo cuando compré una zapatera y una mesilla de noche, pues la mía, que tenía sus años, ya era hora de cambiarla, y a los zapatos también les hacía falta una zapatera. Me sentí con valor y mandé a mi padre a la mierda, le dije que no le aguantaba más y me fui. La perra tenía que comer y fui a ponerle la comida. Sin embargo me llevé una sorpresa, me recibió muy contenta pero me enfadé con ella, no había comido, apenas un fisquito de todo el bote que le había puesto. No encontraba la razón por la que no comía. Volví a llamar a mi amigo y éste me dijo que no lo entendía, alegó que la comida podría haberse estropeado por haber estado varios días expuesta a la intemperie. Me dijo que la cambiase y le pusiera nueva. Cosa que hice pero con el mismo resultado, así que volví a llamar a mi amigo y éste me dijo que a la perra le gustaban las latas de carne mezclada con pienso. No lo pensé dos veces y fui a la tienda de animales y compré varias latas de carne. Abrí una y se la mezclé con el pienso, mi sorpresa fue que la perra devoró la comida y eso me hizo feliz. Yo no sabía dónde dormir, así que llamé a mi amigo Raúl que me había hablado de una habitación libre en su piso. Tuve suerte porque la habitación todavía estaba libre. Ya tenía dónde dormir. Pasé la noche en la habitación y al día siguiente me llevé mis cosas. Después fui a darle de comer a la perra, a la cual ya le tenía cogido el truco, una lata de carne mezclada con pienso. Al par de días mi amigo vino del viaje y me llamó. Estuvimos hablando y comprendió que lo importante en la vida era la amistad y yo se la había demostrado. El me dijo: pídeme lo que quieras y simplemente le pedí el aval para alquilar mi piso. El no se negó y ahora veo que los días en mi vida son más llevaderos hacia la felicidad.

Fin
Copyright 2012.