Título:”Notas
de canción de amor en un vagón de tren”.
Nunca la olvidaré, sus palabras sonaban a
la melodía más bailable del Jazz. Tenía el encanto de la música en sus venas y
sus ojos eran dos focos de ritmo que iluminaba la noche. Si la mirabas fijamente
podrías caer deslumbrado ante su cuerpo embriagador. Su larga melena morena y
su peinado cautivó al viento con suaves movimientos mientras cantaba y bailaba.
Cuando la vi por primera vez en el aquel concierto en Madrid, mi instinto me
dijo que no sería la última. Yo era su saxofonista y estaba en aquel evento
cubriendo la baja del componente de su grupo. El recital fue todo un éxito y
los fans le pedían que no dejara de cantar. El público estaba conquistado y no
era por mi música sino por su voz.
En el backstage, ella se me acercó y la
conversación fue tan agradable como la copa que bebía, recuerdo que era un vino
que me llegó a la sangre, sus palabras al corazón y en ese momento mi alma se
le entregó. Sentí en mis adentros algo muy fuerte cuando me miraba. Fue el
momento en que la miré a los ojos y ella me respondió con una sonrisa. Tuve la
mala fortuna que la reclamaba su agente para una entrevista correspondiente al
concierto. Ella se fue a despedir con un beso en la mejilla pero como no alcanzaba
me agarró del brazo con suavidad y tiró de mí con ganas de darme el beso. Al
sentir sus labios me contagié de su deseo y le devolví el beso en la otra
mejilla sintiendo su tersa piel de su bello rostro.
Varias
semanas después, iba a un ensayo con el saxofón y vi el poster de su concierto
en vivo en Madrid que estaba en una tienda de discos. Lo vendían en DVD. Me
sentí emocionado al oír en la tienda la voz de ella acompañada de mi música.
Compré el DVD y me dirigí a verlo en mi casa. Inesperadamente recibí la llamada
de mi amigo Horacio. Quería que lo acompañara a la estación de Atocha, no me
explicó bien el problema por teléfono, así que decidí acudir al encuentro en la
estación. Cuando llegué, vi a Horacio y me contó que había conseguido entradas
para ver el Festival de Jazz de San Sebastián. Al verme con el saxo se alegró.
No entendí su pensamiento pero hubo algo que me animó en la conversación, me
había dicho que había visto entrar en la zona vip a una cantante de Jazz.
Enseguida me mostré intrigado y mis esperanzas se vieron realizadas al ver como
Horacio sacó su móvil y me enseñó una foto de ella. La misma Laura Martín. En
ese momento, ella salió de la zona vip y nos vio. Se dirigió hacia nosotros y
el bueno de Horacio se quedó perplejo. Ella me saludó con el brazo mientras
venía caminando. Cuando se aproximó me dio un beso que me hizo vibrar. Todavía
se acordaba de mi nombre y le presenté a mi amigo Horacio que no lo conocía.
Ella estaba alegre y nos preguntó si íbamos a tocar en el festival de San
Sebastián. Yo le dije que ya me gustaría y ella nos animó a ir. En sus ojos vi
que estaba esperando mi decisión positiva y yo no me pude negar. La música
empezaba hacerme sonar una brillante melodía cuando ella me dijo de volver a
tocar con el grupo. Le dije que me gustaría mucho, pero sólo fui contratado para aquel concierto en Madrid.
Ella me contestó que el saxofonista se había puesto malo de gripe y que sólo
tenía que hacer una llamada para que volviera a trabajar. No me lo pensé dos
veces y accedí al evento. Me había embarcado con ella y su grupo a un concierto
en San Sebastian. El tren dio la última llamada a los pasajeros a la ciudad de
Donostia y yo iba en el convoy. Una vez dentro nos apoltronamos en un lugar
donde el relax fuera necesario para tan largo viaje.El grupo tenía literas para
dormir pero ella prefirió quedarse a hablar conmigo. Se sentó en la ventanilla
y poco a poco se fue cansando eligiendo mi hombro para descansar. Según pasó la
noche yo soñé despierto, caí en profundo limbo donde estaba a solas con ella y
de la multitud se me acercaba para buscarme. No sé que me decía ni yo lo que le
respondía pero me cogía de la mano con delicadeza como sabía hacerlo una mujer
enamorada. En ese sueño había mucha gente y ella era admirada y deseada por el
público asistente. Desperté de mi insomnio y su agente me dio órdenes para el
concierto que fue un acierto pues cuando toqué hubo un productor que me quiso contratar
para su orquesta. Ella me dijo que no perdiera esa oportunidad pues vivir de
tus sueños, es lo más bonito de la vida. Ante tan gentil consejo, ella y yo,
sabíamos que sería difícil volver a vernos y que esa sería nuestra última
noche. Teníamos toda la noche por delante y decidimos vivir como el último día
de la vida. La llevé a cenar a un restaurante de la costa y nos comimos unas
cocochas que nos supieron a mar. Paseamos por la playa la concha y caminando
descalzos por la arena. Las olas iban y venían y ella no se inmutaba a mojarse
los pies. Sin embargo yo las esquivaba y ella le daba patadas al agua para que
el frescor del mar salpicara mi cansado día. En una de esas se me acercó
huyendo de una ola y la abracé besándola, el resto ya no lo puedo recordar porque se lo dejo a mi memoria cuando la ponga
a enfriar.
Fui contratado por el grupo de música y
estuve de gira con la satisfacción que nos contrataron para hacer una banda
sonora de una película. La película fue un éxito y conquistó el corazón de las taquillas. Fui
recopilando noticias de Laura y ella había sido actriz en una película. También
hizo promoción de su película y casualmente nos encontramos en el Festival de Cine
de Venecia. Ella en medio de una fiesta vino a dar conmigo y se me acercó con
la intriga en su mirada preguntándome:
--¿De Cannes?
--De
San Sebastián –le contesté.
En ese momento la intriga desapareció de su
mirada y me cogió de la mano como sabe hacerlo una mujer enamorada.
Fin.
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