domingo, 24 de enero de 2016

La Tortuga Príncipe


         El hijo de la Tortuga Emperador, que era muy simpático y cariñoso, heredaría el reino de las tortugas. Un buen día cayó enfermo y el médico de palacio no sabía qué le ocurría; desconocía la enfermedad que padecía. Cada día que pasaba se ponía más débil. La Tortuga Emperador hizo un llamamiento a todos los médicos del reino. En palacio se congregaron muchos que decían ser médicos pero solo la tortuga bastarda reunía los requisitos de serlo. La Tortuga Bastarda prometió la salvación a cambio de mucho dinero, decía tener un brebaje que lo salvaría. La Tortuga Bastarda pidió una carreta llena de lingotes de oro. A la Tortuga Emperador le extrañó que un médico pidiera tanto dinero por salvar una vida, así que hizo tomarle a la Tortuga Bastarda el brebaje que había preparado. La Tortuga Bastarda puso reparos en tomar el brebaje y se negó a tomarlo. Entonces el emperador la mandó a prisión donde estaría rodeada de barrotes.
  Un buen día vino a palacio la Tortuga Boba con un remedio para la enfermedad.
  —¿Qué pides tú, Tortuga Boba?
—Un trabajo.
   —Está bien, Tortuga Boba, si curas a mi hijo serás ayudante del médico de palacio.
   —Te tendrás que tomar tu propia medicina
—Lo haré. Ahora mismo prepararé mi pócima y le haré el tratamiento al paciente.
   Se tomó su medicina y no le pasó nada, luego se la dieron al hijo enfermo. Al cabo de unos días la salud del hijo de la Tortuga Emperador mejoró y pasadas unas semanas este se curó del todo. El emperador lo contrató y le dijo que no tenía nada de boba si había conseguido el trabajo.
Fin.